Para no opinar por boca de otros. Hice un esfuerzo y presencié el famoso debate del principio al fin.
¡Qué estropicio!
Veamos, les cabe a los cuatro:
Acartonados, nerviosos, insustanciales, desprolijos, recitativos, increíbles -por lo de que nadie les cree-, tediosos, teledependientes -por lo de poses meticulosamente estudiadas-, etcétera.
El discurso osciló entre la generalización y la demagogia.
Y, al momento del debate abierto, parlanchines como catitas, todos hablaban al mismo tiempo, no se escuchaban y, menos, se entendían.
¡Qué nivel deplorable!
¡POBRE CÓRDOBA!
lunes, 13 de agosto de 2007
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